miércoles, 27 de junio de 2012

Los abusos del cariño

Quedarse inerme a través del frío
sólo sintiéndolo
retomando en su espesura
la búsqueda a paso lento
macerando el tiempo
desandando,
imbrincando lo propio y lo ajeno.
Ataque al reloj
A uno mismo
A lo que uno no fue;
horas imperdibles
entre pendencieros vientos
que de atrás adelante
impulsando refrenan el instinto.

Crepitando las tardes de abril
cambiando e incitando al cambio,
lanzando piedras al tejado
que de tanto peso se vence
Y no es la primera lluvia de piedras que veo.
No voy a estremecerme con el desplome
ni intentar detener lo inapelable.
Hay cosas que sólo cabe aceptar,
ver, analizar, en todo caso,
pero dejarlas ser...
No así con las cosas que no son,
y las dejamos ver y ser vistas
sucintamente motivadas.
Sólo turbadas palabras manando.
Aceptar el desacierto ordinario
y el imperfecto sustrato que nos domina
para prevalecer.

Aterido tras una ventana de plomo
esos ojos se cierran;
y las nubes ocultan el sol con su abrazo
y los días la vagueza del alma,
con su vagabundeo por uno mismo
en el que encontrarse puede ser
como llevarse un susto de muerte;
de extrañados ojos en la nuca
pasmado el ánimo despierta
olores de un día soleado
a lontananza de tardes aquellas.

Y con un rubor de fruta madura
dejarse vencer...
viendo morirse el día en su rostro,
día de esos de partiendo sin irse
de romper heridas sin curarlas.
Y la memoria a oscuras
y a su luz mirar el camino
andado y por andar
con esa pared que lo recorre;
cayendo a gotas finas, casi imperceptibles,
la vida desangrándose
y mojando sin mojar.