Yo le arrancaría el candor de mañana eterna a ese sol que
mira hacia otro lado, sólo para calentar el viento de tu mar de olas
arrebatadas, para surtir de aventura tu cinturón de deidad y tiempos pasados; y
así en una nube cálida y viviente servirte de mil soledades y miedos latentes
que en la sombra apetecen, las miro y me miran y son bellas… o bellos… y a
veces puedo evitar no sonreír corriendo entre coches y un asfalto que arde,
ya verás qué dulces las cenizas vacantes de la hoguera,
cuando surgen y vuelan, y dicen cosas que sólo entiende el fuego cuando aguarda
a que lleguen las horas; y esas siempre llegan, tarde, malditas, aguardadas, colmadas de duda, plenas de un de un estar bien, ebrias de sueño, van llegándose al mismo andén del que parten.
Pactos, componendas o apaños, como fuere... subsistencia.