martes, 27 de diciembre de 2011

Relecturas

Cómo saber si uno puede habitar por siempre fuera de uno mismo
y desde allí despertar la maquinaria a diario y hacerle guía;
Y hacerse amo de unos sentidos que ya no habito,
barruntar el desperfecto de un aire ya exhalado
reprimir el peso en los párpados de un día aciago
conmoverse con el roce de cadenas inermes
la risa en labios ajenos y el velado musitar de los míos.

En fin, un recibir como acopio de barreduras,
tremendo arsenal de contrariedad y desolación.
Y las mías, dudas de realidades más o menos objetivas,
como si uno puede llegar a morir de nostalgia
o ceñirse ilimitadamente el alma antes de detonar
a unos lindes que se desdibujan con cada rastro,
que ya no sabe uno si las pisadas van por dentro o por fuera.

Ya cansada, no tiene sentido ni desmentir,
lo que me empeñé en negar por tanto tiempo.
Y destapas el continuo vaivén de la vida
ese alejarte de algo para asistir a otro roce,
y la garganta con otro silencio atragantado, a medio huir.

Hay que hacerse a la idea de que hay ocasiones en las que no va a entendernos más que uno mismo, y con poca suerte ni eso.

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