Aspírate en mis narices tus miedos,
que de tanto aspirar se trastorna hasta el más digno de mis
retales.
Válense las tretas, los atajos y las habladurías de pasillo,
las pilladas al vuelo y los besos a escondidas.
Me vale en realidad todo de ti y en ti ahogo la pena cuando
me viene;
pero qué hacer cuando
se apega a mis manos cuando te veo marchar,
o soy yo la que una vez
más me oculto en serenatas y piedras
y ya no estoy ahí contigo.
Quién enfriará estas llamas que se corroen de neuronas
afines…
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