Cuando capeando las olas, cuando reviviendo lo que no debió dejar de estarlo, cuando me levanto y hay frío y fuera nieva, y por todos lados desuela y miente y deshilvanan el trabajo de las madres, ahí en ese mismo surco de tropezarse y caer hasta el fondo del asunto, ahí podemos sentir ese frío de muerte palpitante, de presencia agónica que quiere hablar y atragantado de esencias y mártires recata su opinión en el cajón último del armario, junto las joyas deslucidas, ropas raídas y sonrisas enranciadas.
Me encanta ese momento en que las manos tibias acercan dos almas para siempre sin necesidad de consuelos ni de películas de sobremesa; sólo tú, yo, los marcos y deslices, las barcas y delicias; y el tiempo que pasa en presente sacando sonrisas a unos labios marchitos.
sábado, 17 de noviembre de 2018
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