La esperé como quien espera el olor a sal del viento de montaña, y ahora las heridas han hendido su aguja y tejen, ahora mi espalda es bosquejo de sus frutos y canto de simiente.
Bajo mis pies
nubes de vidriosa mirada
fajos de billeteras vacías
vacuos sentidos del deber;
te debo aún esa mirada
que te haga hervir,
que te cierre la herida por mis credos,
mi puñado de mandamientos infundados,
donde me valgo de migas y espejismos,
y en los espejos deshago entuertos;
cuando son tus manos
por fin veo, siento,
no aberro de ese espejo,
revivir el derroche,
de rojos, de piel dorada,
de sueño y palabras,
sólo ser cuando hay soles...
Descubrirse en la falacia, en ese temor, en miradas pasajeras, en una primavera contenida a punto de tender, confluyendo la risa y ese pasado de ternura sin opiniones, ni pasados.
sábado, 20 de abril de 2019
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