Me asomo despacio, que no me oiga, que ni me mire; que puedo darme cuenta de que otra vez me equivoqué de rejas y siempre detrás encuentro alguien o algo que vuelve a recordármelo.
Esta mano viviente, ahora cálida y capaz de asir con firmeza, si estuviese fría; Y en el glacial silencio de la tumba, hasta tal punto obsedería tus días y helaría tus noches soñantes, que tú desarías que tu propio corazón se secase, así en mis venas la roja vida podría fluír de nuevo, y tú, calmada en tu conciencia -mia mi mano, aquí está- Yo la tiendo hacia ti (John Keats)
No hay comentarios:
Publicar un comentario