sábado, 25 de septiembre de 2010

El montón de colillas


Por no correr en vez de andar mirando cada dos pasos el camino recorrido, por no escapar dejarse alcanzar. Para esas excepciones que nunca se darán existe un nombre de esos innombrables por imposibles de aprehender y de no anhelar

Las páginas en blanco se suceden, las huidas premeditadas, sin poder dejar de moverse… nada es lo que parece; así son muchas veces las realidades que vivimos, verdades parciales que pueden llegar a ser mentiras (Precisamente por parciales. Que actuar sabiendo sólo una pequeña parte de la realidad puede errar el tiro) Casi siempre es cuestión de paciencia para ver pasar tiempo sin resultados y personas sin alegría. Y todo va transformándose. Las realidades que dábamos por auténticas, las personas que tomábamos por certeras y las fuerzas comedidas. Algunos tiros gotean frente al aire predestinados a hacer diana y no hay pie que los detenga, ni marea que decida cuándo derribar lo construido con cimientos de lana mojada

Ni estruendos ni mutismos pienso que sean la solución. Como de costumbre otro imposible equilibrio; pero la realidad funciona con sus propias normas, y esta es una de ellas: adaptarse a su vuelo cambiante, al capricho de los días de no saber con qué ropa salir de casa ni qué momento sería el apropiado para abrir cajones desusados

Más ansiar del aleteo cuando todo indica que la región del olvido se acerca sujetándosenos con pinzas al cuello, como esa ropa que aun habiendo sido lavada sigue sucia, sin otro remedio que tenderla como limpia y esperar que el siguiente ciclo dé mejores resultados

No sé ya si es más práctico creer en las normas o en las irregularidades

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