He abierto las manos para así intentar soltar despojos,
restos de almas arañadas que querían entrar y de la mía casi hecha trizas, mil
estrías de sangre, y ese poder latiente
de la herida abierta y desatendida, esta mía que quiere dejarme, piel
maltratada, ajada con restos de ti, aún perfumada le concierne un aire tétrico,
conmovedor de penas ni glorias que acaban anidándome en los eternos y sin ti y si… y si, sí era para este alma que se atemoriza de las noches sin unos ojos que miran
desde el más allá.
El caso es que ahora recojo trozos de mí cuerpo destrozados
del impacto y del haber sido, los evoco como propios aún amorfos de años
escondiéndose de su monstruo, en astillas de roto por descuido, me rasgo la piel
recogiendo el botín que merecerá la pena.
Y anhelo los días en que tuve una oportunidad porque tú me la brindabas y tus manos llenas rebosaban de luz, sensualidad y puntos aparte apartando hasta el infinito lo que no viniera a cuento. Me estiro en mi balcón del día que a estas horas nace para mí y la nostalgia me espeta de lado a lado dejándome el denuedo entre en pie de desafío conmigo misma y un sincero tienes esto, y un ahora, unos cuantos sueños de segunda, pero el mismo corazón de siempre.
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