En torno a mis delirios insensatos,
entorno conmovido de verdades relatadas y bríos acicalados,
urdir batines de fiesta y pendientes de andar por casas,
por venturas e intentos de relucir,
de ser alguien en quizás… y así quizás…
Quizás alargue a la vida un acervo de confidencias;
o nos alargue la mano y nos ice, y nos mantenga vivos esa amabilidad que no sabes ni cómo agradecer,
y entonces no dices nada, o quieres decir algo y ese alguien se ha escapado
entre tanta normalidad morbosa e incauta, que hay remedios que no los sirven en
la farmacia, ni a pie de calle, ni de bar, ni de compañías extranjeras a mi
entender, aunque emulen gestos, vividos y lenguas aforando una pista para
acertar, o para aterrizar en tus terrazas donde subes o bajas los trastos
fraguados en penumbra, en la quietud de los cuartos sin deserciones proyectadas,
con la pureza de un aire angosto y empapado de irremediable ternura,
irrespirable, perdiendo vigor a cada inspirar y aguantando al espirar ese cuento ajado de ausencias superadas.
Gritaría por saborear, por sentir el olor a medianoche en esta llovizna que quedó inmóvil trenzándose a mis dedos.
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